¿He
salido? ¿O es una noche más en el infierno? Porque no oigo los demonios
riéndose y danzando alrededor de mi herida. Ya no temo abrir los ojos
porque siento que no están allí para hacerme recordar que soy la más
miserable de todas.
Entonces, ¿he salido? Siempre creí que
llegaría el día en que un ángel me rescataría, que se apiadaría de mí y
que me llevaría a algún lugar lejos de mi vida sabor azufre. Con el
tiempo fui entendiendo que para que esto suceda solo debía sostenerme
con fuerza de su mano. Para no volver allí, para no caer y morir
desangrada. Entonces se haría la luz.
Ya no oigo demonios. ¿Me rescató mi ángel?
“Cásate conmigo, Marisol... ah, pero no
grites… ya, ya, ¡no te emociones aún! Oye, que aún no tengo el jodido
anillo. Es que se ha estropeado una parte de mi plan; Raúl debía
traérmelo pero no sé dónde se ha metido el muy… Mira, con o sin anillo,
quería decírtelo esta noche y con esta luna llena. Ella estuvo allí
cuando nos conocimos, estuvo allí cuando te besé por primera vez. Ahora
está aquí presenciando mi promesa… esto… sí que te gusta lo cursi, ¿eh?
Ya, ya… ¡no saltes!”.
Abro los ojos y apenas logro distinguir
una borrosa luna que se asoma por la ventana, bañándome con su azul
intenso. Me ciega, me gana.
Enredada entre las frazadas intento
quitarme la maraña de pensamientos que me nubla la cabeza. Me levanto.
Empiezo a observar aquella extraña habitación, como buscando algo que me
haga recordar, que me haga entender por qué sonrío, por qué estoy con
la sensación de alivio desbordándome. Como buscando algo que me haga
entender por qué estoy tan feliz viendo a ese hombre que yace durmiente
en la cama. Quiero entender por qué cuando veo aquello, veo un ángel
azul.
No sé qué hacer. Tal vez irme al baño a
lavarme la cabeza sea la mejor opción… pero es que ni siquiera sé dónde
está. Tal vez debería morderme el labio inferior hasta hacerlo sangrar
para así despertar de este posible sueño.
Giro hacia la cama. Quiero mirarlo de
nuevo, quiero ver cómo la luna azul baña su cuerpo. Entonces veo sus
labios: carnosos y azulados. Pero algo me dice que la luna no tiene la
culpa de ello…
Entonces me percato que lo que baña
nuestros cuerpos no es sólo la luz de la luna. Tal vez los recuerdos no
han muerto del todo. Tal vez alguno aún está en lo más profundo del
averno. Mejor rescatarlo, sostenerlo fuerte… no sea que muera
desangrado.
(Una hora antes)
Me llevaba de la mano con esa sonrisa
tan grande. Había cierto apuro, parecía que quería llegar al grano
cuanto antes. Yo también. Y enredé mis dedos con los suyos con mucha
fuerza; como para no soltarlo.
Nos encerramos por fin en aquella habitación fría y desordenada. Pero poco me importaba aquello cuando solo lo quería a él.
Se acercó hasta que sentí su aliento
sobre mi rostro, el calor de su cuerpo contra el mío. Inmediatamente sus
manos fueron reposando en mi cadera y se prestaron a recorrerme cada
centímetro con fuego en sus yemas.
—Espera – le susurré, apartándome de él—, quiero abrir la ventana.
—Venga Marisol, no te arrepientas ahora – respondió tomándome de la cadera para traerme de nuevo contra él.
—No, no. No es por retrasar la
inevitable, que yo también quiero que llegue el momento tanto como tú.
Pero quiero hacerlo especial… quiero que la luna sea testigo. Que le he
prometido algo.
Avancé hasta la ventana para abrirla. El
frío viento nocturno levantó la cortina, revelándome un cielo bañado de
estrellas y la imagen imponente de una luna llena que me hizo
erizar.
—¿Que qué le has prometido a quién? —preguntó jocosamente.
—Sí, sí, tú búrlate. Pero es que quiero que ella esté conmigo en este momento.
—Pensé que bromeabas cuando me dijiste que parecías una loca.
—¿Y qué te parezco? ¿Qué piensas de una mujer que se lanza a un hombre en la misma noche en que lo conoce?
Y se acercó como un tigre a su tierna presa. Me sonrió: ésa fue su respuesta.
“Antes de decirte lo que debo decirte,
Marisol… quiero que sepas que te quiero, soy tu madre y sabes que
siempre puedes contar conmigo para lo que sea… mírame, ni siquiera sé
cómo decírtelo… yo… acaban de llamar del hospital Saint Ettiene… él…
Andrés…murió antes de llegar allí… un accidente de tráfico. Cariño, esto me
destroza el corazón tanto como a ti porque sé que ambos se amaban
tanto…”
—¿Ni siquiera me recuerdas, no? — le
susurré en pleno acto, abrazándolo con mis piernas en aquel baile grácil
de cuerpos sudados. Él no hizo caso, sólo disfrutaba –. ¿Recuerdas el
juzgado?, alguna vez nos habremos cruzado la vista… hace dos años —mi
mano se escondió en mi abrigo que estaba colgando en el cabezal de la
cama.
“… ha salido libre esta tarde tras
dos años en prisión por homicidio doloso. En un accidente producto de
una carrera callejera, quitó la vida a un peatón …”
Y la daga se hundió en su pecho. La luna
iluminaba el acero; como si ella me acompañara en mi empresa. Y se
enterró en su corazón, se enterró en los recuerdos de una vida que no
fue. Lo sostuve fuerte como para no soltarlo, como para no volver a caer
en aquel infierno. Sus ojos abiertos como platos no daban abasto al ver
que un haz de luz se hundía en su corazón. No forcejó. Fue como si por
un instante me comprendiera.
“Discúlpame. Sé que no nos conocemos y
sé lo loca que te puedo parecer al decirte esto… pero…te he estado
observando desde que entraste al bar... esto… ¿podemos ir a un lugar más
privado?”
La daga... la daga se convirtió en mi ángel.
—Se lo prometí a la luna –le susurré con lágrimas de acero. Y sus labios se azularon.
* * * * *
Dejo de mirarlo. Y entiendo por qué
sonrío, entiendo por qué lloro. Ya no escucho los demonios, me he salido
del infierno que me tocaba vivir día a día. Mi maldición ha encontrado
cuna. ¿O no?
Caigo al suelo; me flaquean piernas y
brazos… la daga deja de lucir como un ángel. Mi ángel... mi ángel...
¡aún puedo sentir el dolor de una vida que no fue, escurriéndose de mis
manos como algo inevitable! La luna va desapareciendo entre las nubes,
como no queriendo verme. Poco a poco la habitación va quedándose
negruzca, solitaria.
Viendo los labios azules de aquel hombre que robó mi vida, no puedo evitar preguntarme con ríos corriéndome por las mejillas:
¿He salido? ¿O es una noche más en el infierno?
Tengo un poco de envidia. Recuerdo cuando escribía cosas parecidas, más sentimentales, menos eróticas. Y es un buen recuerdo.
ResponderEliminarAhora tengo menos tiempo y el poco que tengo lo dedico al porno. Igual soy un exclavo. Igual debo volver a enamorarme.
Un saludo, crack! La historia es sencilla, pero la cuentas de maravilla. Lo cierto que la primera persona para estos escritos más sentimentales va de lujo.
Gracias doctor!! Por tu visita y tu comentario. Mierda, un día tenemos que intercambiar musas. A la mía no le gusta detenerse en los detalles del sexo, y como ves prefiere que me detenga en las sensaciones y sentimientos, en tanto que la tuya es una warra de cuidado.
ResponderEliminarAbrazos.