Cuando era pequeño creía en los ángeles. En ese
entonces me pareció ver uno pasar de nube a nube. Creo que terminé por perder
interés en ellos cuando descubrí a los superhéroes; pensaba que algún día si
levantaba la vista y fijaba mi mirada al cielo podría ver a Superman volando
entre las nubes, con alguna muchacha espectacular cargada en sus brazos.
Incluso, al final de un capítulo, salí corriendo hacia la terraza para ver si
lo pillaba volando como a aquel ángel.
Crecí un poco más y me di cuenta de que EEUU está un
poco lejos de donde vivo y no lo pillaría en la vida. Tal vez sí pasó por mis
tierras aquella vez que dio varias vueltas al mundo para hacer retroceder el
tiempo… me bastaba con eso.
Pero el destino se ha encargado de hacerme dar de
bruces contra la realidad. En estas tierras no hay héroes. No hay ángeles ni
Clark Kent recorre el cielo.
Ya no tengo fuerzas para correr en la terraza como
aquellos tiempos, los pies están demasiado adoloridos para intentar rememorar
aquellas tardes en las que la vida era más simple. El polvo y la arena en mi
piel borraron cualquier atisbo de sentimientos que pudiera tener: toda una
sensación desoladora, como abandonado en un pozo demasiado profundo para salir.
-No muestres ni una pizca de humanidad. Si la miras,
se acabó. Porque te encariñas y te compadeces… y así ya no sabrás en qué equipo
estás. Eres un animal de caza, sólo lo básico importa, no pierdas tiempo en
minucias cuando estás frente a una presa. Así que decide: te comerás comida de
la fina o las sobras. Sé un perro de
caza o sé una cierva –dijo Capitán mientras blandía la pistola alrededor de
la secuestrada. Encapuchada y atada en la silla.
-Sin compasión,
como un perro de caza –respondí sin dejar de mirarlo. Era la primera vez que
nos dejaría solos.
Capitán se acercó
y con voz baja prosiguió:
-No te la vas a tirar tampoco… ¿puedo confiar en ti, perro?
-No te la vas a tirar tampoco… ¿puedo confiar en ti, perro?
*_*_*_*_*_*_*_*
-Oh, sí, ¡por
dios, continúa! –La lengua anillada de Paula serpenteaba por mi ombligo, con
amenaza de ir más al sur. Pero fue su mano la que bajó hasta mi miembro, solo
para tomar un puñado de pelo púbico de manera dolorosa:
-Que te calles,
que te calles que si mi madre escucha me mata –profirió en voz baja.
-Ya, ya, cálmate
Paula, ya estará durmien…
-¡Y la vas a
despertar cabrón!
-¿Ahora quién
está gritando, eh?
-Eres imposible –dijo levantándose de la cama mientras su mano dejó la tortura para recuperar su
tanga tirada ahí en el suelo.
-Lo siento,
trataré, ¿sí? –susurré mientras lentamente me dirigía para tomar su álbum de
dibujos de la mesita de luz.
-¿Qué haces?
¡Devuélvemelo, devuélvemelo!
-Se queda para
mí, y no te lo devuelvo hasta que termines lo que estabas haciendo. ¡Soy así de
cabrón!
-Bien, bien…
¡Dámelo! –se abalanzó como fiera.
-No esperé
dos horas allá afuera por nada –forcejeábamos, pero ella estaba tan
decidida que volvió a tomar de mis vellos– Ughhh… Vamos Paula, me vas a matar…
-¿Hace tanto frío
afuera? –recuperó su álbum.
-Claro que sí, ¡y
no traje abrigo!
-Vamos afuera
pues, conozco un lugar –No, no, no he saltado la conversación, es normal que
no me haga caso la muy…
-¿Un lugar? ¿Y
cómo lo conoces?
-Mi prima. Me lo
contó –dijo vistiéndose.
-Paso.
-Creo que abren
las veinticuatro horas –tomó un cigarrillo del cajoncito de la mesita.
-Pero, ¿¡desde
cuándo fumas, Paula!?
-Estoy probando.
¡Y baja la voz!
-¡La bajaré
cuando sueltes eso!
-¡A vestirse
Adrián! – respondió con una media sonrisa, tirando el cigarrillo al suelo y
pateándolo para esconderlo bajo su cama.
-¿Qué pasó con lo
de no gritar?
-No hay nadie en
casa, tonto… ¿Crees que me arriesgaría a llevar aquí el piercing y plus
traerte, con lo controladora que es ella? –cargó su mochila.
-Madre mía, ¿¡por
qué me hiciste esperar afuera por dos horas!?
-Soy así de
cabrona –respondió mostrándome su lengua.
*_*_*_*_*_*_*_*
-Tengo que
encontrarme con su padre.
- Capitán,
¿te refieres al comisario?
-Sí, aunque
contra mí no tendrá ninguna chance –llevó la pistola tras la hebilla del
cinturón y la ocultó tras su camisa- ¿La has cargado, no?
-Sí, Capitán. Pero
pueden estar esperándote entre varios. Déjame que vaya contigo.
-Lo he estudiado
por un largo tiempo, y créeme cuando te digo que irá solo con tal de no
arriesgar la vida de su hija.
-Es un perro
viejo, Capitán. Ten cuidado.
-Dame las fotos.
Se retiró
llevándose consigo el montón de fotografías que había tomado a la secuestrada.
En una maniatada en la cama, en otra llorando, en otra durmiendo en el suelo…
atada a un árbol con ropa interior y algún par más en donde se la veía vendada
y sosteniendo plantas de marihuana. Nos la habíamos pasado las últimas semanas
sacándola a pasear y fotografiarla en distintas situaciones.
No sabía su
nombre y las únicas palabras que me había dicho fueron plegarias tímidas.
Había pasado su primera semana con Capitán, yo recién me había vinculado con
ella en la segunda. Podría decir que la domó para hacerme el trabajo más fácil.
Había más
involucrados que nos ayudaban, de eso seguro, pero solo aparecían
esporádicamente. No los conocía y ni siquiera sabía la cantidad exacta. Éramos
nosotros dos quienes estábamos la mayor parte del día con ella… pero por
primera vez me dejaría a solas con la mujer.
Iba a ser su
última noche aquí, sin dudas. Nunca más la veríamos. No sabía si volvería a los
brazos de sus padres o por el contrario terminaría dos metros bajo tierra…
bueno, más bien tenía la convicción de que la mataríamos, pero albergaba en mí
esperanzas de que todo le saliese bien.
Volví a su
habitación. Apagué el MP3 que le habíamos puesto para que no pudiese escuchar
algún sonido exterior que nos delatase, y me acuclillé frente a ella.
-Tu nombre –le
retiré la capucha.
-Am… Amanda –dijo intentando acostumbrarse a la luz del foco.
-Esteban.
-¿Por qué me
hablas ahora?
-Porque creo que
hoy podría ser tu último día viva.
Intentó mirarme,
pero por miedo o por la luz del foco sólo hizo amagues. Un silencio sepulcral
nos invadió. Yo sin saber con qué continuar tras tajante declaración, imagino
que ella con mil pensamientos nada buenos inundándole la cabeza. Quise
levantarme e irme, ponerle su MP3 de nuevo y dejarla con la tortura sicológica
de que en cualquier momento una bala o un cuchillo pondrían fin a su vida. Me
estaba sintiendo de todo menos como un perro de caza. Fue cuando ella cortó el
silencio:
-¿Vas a hacer
algo al respecto?
*_*_*_*_*_*_*_*
-¿Cuánto falta
para llegar, Paula? Pero por Dios…
-Pero si recién
estamos a dos metros de mi casa.
-Para mí han sido
kilómetros. ¡Y ni un alma viva en las calles!, pues claro, nadie se atreve con
el frío.
-Vamos a ir te
pongas como te pongas. Por cierto estás tosiendo mucho, Adrián.
-Me habré
enfermado por el frío o por el olor al cigarrillo, no sé.
-¡Ni siquiera lo
encendí!
-¿Es que estabas
planeando matarme, Paula?
-A veces lo
pienso, sí.
-Muy graciosa –crucé mis brazos. Disimuladamente empecé a mirar otro lado… a las estrellas…
-Pero luego creo
que mi vida sería un poquito aburrida sin ti –cortó ella.
-¿En serio?
Continúa –ahí estaba la estrella polar, ¡cómo brillaba!, ¡qué molón!
-Si te portas
bien te mostraré mis dibujos –sacó su álbum de su mochila.
-¡Anda, las tres
Marías!
-¿Eh?
-Nada, nada.
Paula me había
sujetado fuertemente, con su mirada fija en algo detrás de mí. Su ceño era
serio, sus ojos delataban que ya no estaba jugando conmigo. Apretujó sus
labios… eso solo pasa cuando está demasiado nerviosa. Como cuando su madre y yo
coincidimos en la casa, cuando estamos viendo una escena silenciosa de una peli
de terror o cuando le pido permiso para ir a su baño. Es un ceño jodido.
Me giré para ver y
mis miedos se hicieron realidad: un zombi. Un ser salido de su tumba en busca
de carne fresca y cerebros deliciosos que perpetúen su existencia. Intenté
recordar alguna película o juego de esa temática que me ayudaran a sobrellevar
la situación; no me serviría de mucho Monkey Island y sus emblemáticas frases
como la del mono de tres cabezas, ¡se trata de un zombi! ¡No entienden
palabras! En la mayoría de pelis los protagonistas son marines en celo, por lo
que me sentí abatido pues no soy ni por asomo algo parecido. Es que vamos,
feliz moriré si llego a ser un tercio de cachas que el Schwarzenegger.
-Schuarzenge…
Shcuargnnger…
-Adrián, ¿vas a
ayudar al policía?
-¿Eh?
Pues sí, era un
policía, tambaleante. Goteaba sangre desde la cintura. Su radio estaba
destrozada, tal vez le salvó la vida en lo que fuera que se había metido. Su
mirada estaba perdida, como saliendo lentamente de un estado de shock.
Retrocedí, sin pensármelo dos veces hice de escudo humano para proteger a Paula
de lo que fuera, mientras ella hacía lo propio con su álbum de dibujos.
-¿E-Estás bien? –le pregunté al señor.
-¿Tú qué crees? –me golpeó Paula.
-No se preocupen
–parecía haber vuelto en sí - … acabo de perder un compañero y mi
vehículo… necesito usar su teléfono…
-Si se entera mi
madre.
*_*_*_*_*_*_*_*
-¿Por qué haces
esto, Esteban? – preguntó con voz rota.
-Capitán. Me lo
pidió –coloqué una silla frente a ella.
-¿Capitán?
-Ya no me acuerdo
de su nombre real – sonreí al tiempo en que me sentaba–. Es el hombre que me
rescató de un antro de drogas hace cinco años. Lo hizo pensando en algún favor
que necesitaría de mí.
-¿Dónde está
ahora?
-Salió para hacer
compras – mentí.
-A veces las
canciones tienen sus segundos silenciosos, ¿sabes? Y cuando toca cambiar de
música, también se consiguen varios segundos de silencio.
-A qué te
refieres.
-Al MP3 que me
haces escuchar. Sé que fue con el arma cargada. Y a donde sea que haya ido,
¿acaso confía en ti tanto que hasta te deja cargarle su arma?
Me levanté. La
conversación se estaba tornando demasiado informativa. Pero se lo debía, tras
todo lo que pasó y por lo que probablemente pasaría más adelante:
- La cargo
yo, porque se trata de mi arma y de mis balas. Las recuperó de la cárcel. Y
confía en mí, porque no le he fallado nunca. “Tú la cargas, tú eres el asesino.
Sólo soy un perro de caza, es otro quien mata al objetivo. Me limito a recoger
lo que sea que haya caído por culpa de esta arma”… eso es lo que me dijo la
primera vez que mató a alguien.
-Usa tu arma para
culparte a ti en caso de que algo salga mal. Te pide que la cargues porque de
alguna manera su mente atrofiada quiere salvar su conciencia. Te lo pide… para
que encuentren rápido a un culpable y evitar que alguna investigación a fondo lo
localice. ¿Estoy en lo correcto, Esteban? ¿Y tú no objetas?
Las ganas de salir
de allí eran tremendas. Cada palabra era cierta, y dolía como nada. Pero hice
fuerza y contesté a su pregunta:
-Redención.
*_*_*_*_*_*_*_*
El policía estaba
en el sofá hablando por teléfono. Yo y Paula nos habíamos sentado frente a él,
esperando a que terminara su charla. Ella estaba acomodándose una y otra vez en
su asiento, incómoda, ansiosa. Por primera vez en la noche había soltado su
montón de dibujos y estaba bastante atenta a nuestro inesperado invitado.
Cuando el oficial colgó, no tardó en interrogarlo.
-¿En serio no
quiere que llamemos una ambulancia, señor?
-Estoy bien,
gracias. Ya está viniendo una unidad a buscarme.
-¿Po-por qué está
herido? ¿Se enfrentaron a una banda?
-Nada de eso –se
levantó-, estoy investigando un secuestro.
-¡Lo sabía, lo
sabía! ¡Te vi en la tele! ¡Tú eres el encargado del caso! –salió
en la tele, vamos, el acabose.
-¿Y fueron entre
dos solos para tratar con los bandidos? –le recriminó Paula.
-Niña, gracias
por el teléfono, por el agua y por el cigarrillo. Muchacho, siento
haberlo fumado.
*_*_*_*_*_*_*_*
Paula ya había
dicho que su madre no estaba, ¿qué más daba entonces hacerlo en su sala? Claro
que tras la visita del policía ella había perdido sus ánimos, pero llámame
macho cabrío que a mí no me echó para atrás la breve experiencia que tuvimos.
-Realmente
quieres hacerlo –dijo viéndome arrodillado frente a ella.
-Paula –agarré
su cintura, con la yema de los dedos tomé el pliegue de su faldita –he estado
aguantando un buen rato– la tumbé contra el sillón mullido mientras iba
dejando dicha faldita en los tobillos.
-¿Crees que
estará bien? ¿Crees que hemos ayudado a dar un paso más hacia la solución de su
caso?
-Diosss, Paula…
no comiences -llevé el tanga hacia sus muslos y soplé suavemente.
-Humm… realmente
no me estás haciendo caso.
Mi lengua empezó a
recorrer los pliegues de su sexo. Paula no me dejó llevar mis manos allí,
rápidamente las tomó con las suyas y las guió nuevamente hacia su cadera. Se
mostraba reticente a que jugara demasiado, sus muslos aprisionaron mi cabeza
con mucha fuerza y apenas me daba margen de maniobra.
Fue al oír su
primer gemido ahogado cuando noté que su cintura se empezaba a restregarse más y
más contra mi rostro, moviéndose de arriba abajo, lenta y suavemente sus muslos
empezaron a ceder. Dejé la lamida de perro faldero por un instante y alcé mi
vista; de mi sonrisa colgaba una colilla de su pelo púbico y en la de ella un
hilo de saliva que no tardó en recogerla.
-Te quiero
mostrar mi álbum, Adrián.
-¡Me estás
jodiendo! –intenté reponerme pero sus muslos hicieron más fuerza para
retenerme allí.
-Quiero que lo
veas y me digas qué opinas. LUEGO continuamos, ¿está bien?
-¿Realmente habrá
diferencia si digo que no?
*_*_*_*_*_*_*_*
-¡Capitán!
-No preguntes,
perro.
Capitán había
pasado fugazmente por la habitación donde yo y Amanda estábamos dialogando. Al
oír su coche me encargué de encapucharla y ponerle los auriculares nuevamente,
aunque decidí no poner ninguna música a fin de que ella pudiese escuchar
cualquier diálogo.
Capitán tiró el
álbum al suelo antes de dirigirse al baño. Tanta sangre en su ropa no era buena
señal. Y ni siquiera había rastros del maletín con dinero que debía traer.
Inmediatamente un
par de hojas se salieron del álbum y revolotearon por la habitación. “No son
las fotos, ni es el álbum” pensé al tomar una hoja en pleno vuelo. El álbum
tenía el mismo color, aunque el diseño impreso en la tapa era otro.
Probablemente Capitán ya lo había notado y era el motivo de su apuro y
nerviosismo.
-¡Cárgame el arma
nuevamente! – gritó desde el baño.
Tomé la pistola
presto a cargarla, no sin antes observar a Amanda y recordar su pregunta. “¿Qué
vas a hacer al respecto?”.
¿Finiquitó su misión?
¿Acaso su padre había muerto en un tiroteo? Tenía pinta. ¿Amanda era la
siguiente? “¿Qué vas a hacer al respecto?”, mil pensamientos me nublaban
mientras mis temblantes manos sostenían su pistola.
*_*_*_*_*_*_*_*
-Dime lo que
piensas, Adrián –trajo el álbum y lo abrió justo frente a mi cara. Vino la
primera imagen.
-Es… es precioso…
Pasó a la segunda
hoja:
-Va… vaya que
tienes arte…
Tercera hoja:
-Un poco sádico
pero vamos…
-¿Sádico? – dijo
palpando la tapa del álbum.
-Digo, la rubia
atada y tal llorando…. ¿es tu prima?
Paula miró rápidamente las imágenes… y apretujó sus labios:
-Esto no es mío…
son fotos, Adrián… te dije que lo mío son dibujos…
-¿Me has
dibujado?
-Eso no importa…
creo que esto pertenece al poli, ¿no?
-¿Me has puesto
mucha tripa? Porque he empezado el gym y me parecería muy injusto ya que debo
esperar tres meses a ver resultados.
-¿Pero por qué un
poli tendría estas fotos?
-Tal vez es parte
de su evidencia, digo yo, aquí lo que importa es el dibujo que has hecho de mí.
-¿Deberíamos
llamar a la comisaría? Las habrá confundido con mis hojas…
-¿Estás diciendo
que estoy gordo?
Escuchamos un
fuerte portazo proveniente de la cocina, más al fondo desde donde estábamos.
Paula recogió rápidamente sus ropas y juntos nos escondimos tras el sofá.
-Adrián, anda a
mirar –dijo abrazando el álbum.
-¿Tienes un arma?
Con la vista
nerviosa recorrió rápidamente su sala:
-Allí, una
sombrilla.
- ….
-¿Qué te pasa?
-Es una puta
sombrilla, eso pasa.
La voz lejana de
un hombre irrumpió nuestra discusión - ¿Paula Caviedes?
-¡Es el poli! –amagó levantarse.
-¿Y por qué ha
derribado tu puerta?
-Oh, dios… vamos
a morir –empezó a sollozar.
-No vamos a
palmar, no vamos a palmar – a cuatro patas avancé un par de metros para recoger
la sombrilla. Fugazmente volví tras el sofá.
-Adrián –dijo
tomándome de la mano– el dibujo que hice.
-¿AHORA vas a
hablarme de él?
-Quería mostrarte
el dibujo que hice de ti –rompió en un silencioso llanto.
-¡Contesta hija
de puta! –bramó el oficial. Tirando las cosas al suelo, buscándonos
violentamente.
-He estado
evitando que entraras en mi casa porque quería terminar el dibujo que hice de
ti. Estuve toda la tarde intentando hacer un ángel pero tengo problemas para hacer
bien iguales las alas…
-¿Ángel?
-Quería hacer
algo especial para darte ánimos.
-¿Por lo del gym?
-Por lo de tu
operación, pedazo de…
-Espera, ¿tú
sabes de mi operación?
Con las lágrimas
como ríos prosiguió: -Nunca he fumado, sólo quería hacértelo soltar. Que
me lo contaras tú y no que lo averiguara yo por sospechas. Y el dibujo… el
dibujo lo firmé con una frase de ésas que te dan ánimos pero me olvidé qué puse –sonrió-. Quería que lo supieras antes de morir.
-¿De morir aquí
por el poli o por la operación?
-Diosssss,
Adrián, me estás haciendo reír mientras lloro.
-Tengo un arma
cargada, chicos –seguía buscándonos-. ¡Vengo de cortar la línea, así que no
hagan nada ridículo y entréguense!
-Paula… tú corre
hacia la puerta delantera que yo lo atajo.
Intentó retenerme,
me negaba enérgicamente con su cabeza. Pero yo estaba decidido, y con una pose
de los más molona reposé la sombrilla sobre mi hombro, con la vista clavada
hacia donde provenían los gritos. Luego la tiré al suelo porque realmente dudo
que me hubiera servido de algo.
*_*_*_*_*_*_*_*
-He escuchado
todo. Hasta las balas cargándose –me recriminó Amanda.
-Se fue hace
rato –intenté apartar un mechón de pelo cayéndosele en la frente pero ella
apartó el rostro. Estaba molesta. Y no la culpaba–. Pensé que me pidió que
cargara el arma para liquidarte – confesé.
-Volverá. Por mí.
Y luego a por ti, lo sabes bien.
Estaba hundido en
un pozo, con posibilidad de que el suelo se desmoronara y cayera al infierno. Tomé decisiones que podían acarrear mi muerte segura de una u otra forma,
y aún no estaba seguro de por qué lo hice o cuál fue el detonante de mi
repentino deseo de rescatarla. Si Capitán me descubría, yo y ella moriríamos.
Si ella salía viva, yo acabaría en alguna cárcel de mala muerte, en un
pozo demasiado hondo como para intentar salir. Simplemente podía dejar que todo
siguiera su cauce y contemplar cómo el destino se encargaba de destrozarme de
alguna otra manera. Pero no más. Estaba demasiado cansado de dejarme estar. Si
iba a morir, lo haría peleando. Si iba a caer en un pozo… pelearía por salir.
-Nos vamos –dije
levantándome de mi silla.
Amanda puso los
ojos como platos. No podía creérselo. Y yo tampoco. Me sentía fuera de mí,
flotando, temblando más fuerte a cada paso que tomaba rumbo a ella. No dejó de
llorar y mascullar agradecimientos mientras le desataba de pies y manos. Al
tranquilizarse me preguntó:
-¿Cargaste el
arma sabiendo que iba a matarme?
Seguí desatando,
era lo apremiante. Cuando intentó levantarse cayó estrepitosamente al suelo.
Tras quejarse un rato me miró como cordero degollado:
-Mi tobillo… ¡lo
olvidé!
*_*_*_*_*_*_*_*
-Tú.
-Zombi.
-¿Dónde está la
chica?
-Vienes a buscar
las fotos. Te lo daré, ¿sí? Sólo promete irte y no volver.
Una enorme sonrisa
surcó en la cara del oficial:
-Oh, la cierva
quiere negociar –la punta de su arma bailaba a mi alrededor-. Tú no estás en
condiciones de negociar. Aquí el que muestra los colmillos soy yo. Un perro de
caza. Tú sólo eres una presa que busca zafarse del inevitable final. No voy a
mentirte, chico, cuando recupere lo que necesito te mataré a ti y luego iré a
por tu novia, ¿qué vas a hacer?
-¿Cierva? ¿Presa?
T-te estás confundiendo.
El poli empezó a
mirar por los costados pero manteniendo la mirilla de su pistola en mi
dirección. ¿Estaba titubeando? Él no tenía la misma confianza que yo, aunque mi
actitud fuera sólo una fachada para ganar segundos. Si él fuera un perro de
caza no hubiera dudado un segundo. ¿Cierva? ¿Presa? Yo era un cordero, lo
admito, pero estaba disfrazado de lobo. Él era un perro de mercado
envalentonado por comida rápida. Mi sacrificio por Paula me daba fuerzas. Me
daban alas. Yo tenía un objetivo fuerte, él no. Yo tenía alas, él no. Sólo
quería salir sin muchos problemas de allí. Lo vi en sus ojos; desconfiaba de sí
mismo, de la situación. ¿Cierva? ¿Presa? No. Yo era un ángel. Y mi cara de
póker estaba ganando más tiempo de lo que creí.
-Cara de poookk…
-¿Estás drogado
muchacho? ¿Qué estás planeando? ¿Dónde está la chica?
Tomé respiración y
empuñé mis manos.
-¡Mira un mono de
tres cabezas detrás de ti!
-…
-…
Jaló el gatillo.
He oído que la vida pasa al completo por delante de los ojos ante la inminente
llegada de la muerte. Yo no he visto nada de eso, sólo vi a Paula, y era una
visión muy cristalina. Estaba demasiado enamorado de ella, tanto que temía
perderla si sabía la verdad que se escondía en mí. "¿Conocerá ahora a otro? Tal
vez, ¿y la amará como yo? Qué va". Aunque me asaltaba otra duda: ¿se habría
quedado conmigo si supiera lo que he escondido?
-El hijo de puta
me truncó el arma – masculló el poli.
Paula había
aparecido desde atrás para rematar al hombre con la sombrilla. Un golpe en la
ingle y rápidamente un golpazo en la cabeza. Era una sombrilla bastante aguerrida,
a decir verdad.
-¿Tu plan era
decirle una frase de Monkey Island? –pateó al adolorido hombre mientras ella
me miraba con bronca.
-¡Funcionó en el
juego! –di una patada también, oí algún crack hacia su nariz.
-Eres imposible,
¡un idiota! –patada, patada en la herida de bala, golpe de sombrilla.
-Ya, ya… has
vuelto por mí, Paula. Creí que no te volvería a ver… no me importaría perderlo
todo en la vida pero a ti… -patada, vaso en la cara.
*_*_*_*_*_*_*_*
Poco a poco nos
acercábamos a la puerta principal para escaparnos. A paso lento, pero seguro;
tenía que llevar a Amanda de los brazos debido a su tobillo.
-Redención,
redención... ¿Has hecho algo que te impulse a cumplir a cabalidad lo que te
ordena ese hombre al que llamas Capitán?
-La hija de
Capitán. Murió hace siete años… hoy tendría tu edad, más o menos.
-¿Cómo… cómo
murió?
-La maté en un
accidente.
-No esperarás que
me apiade de ese hombre, ¿no?
-Capitán me
quería muerto en ese entonces – reí - Cumplí una condena corta, aunque mi vida
ya no era la misma. Perdí control de todo lo que me rodeaba… Capitán me sacó de
aquella vida inmunda antes de que fuera muy tarde. En ese entonces no entendí
el porqué…
-¿Secuestrándome
a mí iba a cambiar algo?
-Matándote, a ti,
hija de jueza, y a tu padre, comisario. No sin antes sacarles dinero. Tu madre
en su momento apoyó un proyecto de ley sobre la pena de muerte. Tu
muerte y la de tu padre ayudarían a impulsar dicho proyecto,
aprovechando que ella está en plena campaña política. Era la esperanza de
Capitán. Y esperaba que cuando buscasen la bala en tu cuerpo y en la de tu
padre, me encontraran a mí. Y con mi muerte, él obtendría su deseo y yo mi
redención.
-Madre santa, ¿y
no sería más fácil dispararte a secas?
-Capitán tiene
firme sus convicciones. Podría matarme, o podría hacer algo que él considera
“bueno para su gente”. Después de todo y aunque no lo parezca, es policía. Con
este plan, se quitaría dos “problemas” de encima. Yo, y una abolición de la
pena de muerte.
-Entonces yo
tenía razón, ¿no? Te iba a matar, a su manera –paró su marcha y me atajó del
brazo-. Ésta no es la forma de redimirte, Esteban. Tu culpabilidad te nubló el
juicio. Y su pérdida hizo lo mismo con él.
-Luego seguimos
con la sesión, Amanda. ¿Escuchas a un hombre merodeando en el jardín? Es otro
contratado. Si no apuramos el paso, nos verá y no dudará en dispararnos.
-Oh, discúlpame,
ahora me pongo a volar como Superman y así evito usar mi tobillo inflamado.
-¿Superman?
-… ¿Esteban,
po-por qué me miras así?
*_*_*_*_*_*_*_*
Ambos estábamos
sentados en un banquillo del jardín trasero de Paula. Había un montón de oficiales
apostados tanto en su casa como afuera, lidiando con periodistas supongo. Y no
es que vaya en plan quejica, pero solo a Paula le dieron un abrigo. Y se lo iba
a reclamar al oficial que viniese a tomarnos declaración.
Repentinamente
Paula reposó contra mi hombro, al tiempo en que señaló algo en el cielo
vespertino.
-¿Lo ves, Adrián?
-¿Es mi abrigo?
-¿Eh? No. Es un
gato. Allí, al sur.
-Ya veo, ya. ¿Ves
ese de ahí? Tiene forma de coche.
-Adrián, ¿qué le
voy a decir a mi madre?
-Vieja bruja… la
nube, digo, mira allí…
-No tengo la
culpa del desastre en la sala, ¿no?
-Creo que lo de
la jarra y las copas de champagne fueron un poquito exageradas, pero vamos.
-Eso fue por
llevarse mis dibujos.
-Claro, claro…
supongo que nunca lo veré ni leeré la frase.
-No te perdías de
nada, solo es que significaba mucho para mí.
-¿Vamos a ir a
reclamar mi abrigo o esperaremos a ver si el coche aplasta al gato allá arriba?
-¿Pero de qué
estás hablando? Además, me debes confesar lo que me has ocultado. He intentado
sacártelo toda la noche, si no funcionaba el cigarrillo ni la fría noche,
esperaba que lo hiciera mi dibujo. Lo del cigarro y la noche fue aposta, porque
por lo que he averiguad…
-Cáncer pulmonar
–no la miré pero supongo que apretujó sus labios. Fue un tajo limpio, sin
bailes.
-¿Avanzado,
Adrián? ¿Habrá quimio?
-Bueno, ¿me
soportarás con la cabeza bien pelada? Si ya eso no funciona, toca operación.
-“Aguantarte”
dices. Estaré contigo hasta el final del pozo –dijo tomándome la mano. Y
mirando las nubes proseguimos.
*_*_*_*_*_*_*_*
-No me has dicho
por qué decidiste cambiar de opinión, Esteban –me susurró mientras
contemplábamos el imponente amanecer. La tuve que cargar hasta un lugar seguro,
hasta la Plaza Libertador. En ningún momento quiso bajarse de mis brazos. Y
tampoco es que quería soltarla: con una belleza entre brazos, me sentí como
Clark Kent.
Buscó mis ojos
aunque yo no la miraba, Amanda intentaba adivinar qué se cocía tras mi
semblante. Me había preguntado qué haríamos al salir del encierro. Me dijo que
le mentiría a la policía para protegerme en agradecimiento; era una oportunidad
única de salir ileso, salvarme era una idea demasiado tentadora pero era evidente
que una vez más evitaría purgar mi pasado y construir un futuro decente. Pero
ya no más.
Amanda sabía que
la llevaría donde sonaban sirenas de policías, donde habían varios oficiales
apostados en una casa. En mis ojos no había duda. Surgió una posibilidad de
comenzar realmente de cero, de reconstruir mi futuro; el comienzo sería duro y
desde un pozo muy profundo. Pero he decidido que saldré. ¿La razón? El dibujo
de un ángel que agarré a pleno vuelo en aquella habitación, un ángel demasiado
similar a mis recuerdos, con una frase demasiado tajante para ser una mera
coincidencia.
“Si hay
alguien capaz de salir de este pozo, eres tú, que he visto tus alas, y sé que
en este camino tan turbio las usarás para salir. Sólo hazme el favor de
llevarme contigo”.
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